(Lamento no poder ofrecer aquí una transcripción completa de la conversación y estar limitado a publicar lo que yo escribí. Quizás en unos días se haga pública la grabación en el sitio digital de 17.)
Hola a todos, y muchas gracias, Gerardo, Benjamín, Esaú y Amalia, Jorge, gracias a todos por estar aquí, es para mí un enorme placer y también un honor haber sido convocado para conversar con Jorge Alemán y abrir esta serie de conversaciones que estaré siguiendo muy ávidamente en las próximas semanas. Voy al grano porque sé que acabaremos con menos tiempo del que hubiéramos deseado. Como todos sabeis yo ya mandé unas notas, quizá demasiadas, espero que no haya sido un abuso. Lo que voy a hacer en los próximos minutos es, dando más o menos por descontado que todos ustedes las hayan leído, tratar de convertirlas en elementos para la conversación desde lo que yo sé que es una de las preocupaciones centrales de Jorge, también sin duda una de las mías, que es la noción de emancipación. Por favor escuchen entonces mis palabras en el horizonte de esa preocupación, que es la preocupación por la emancipación entendida como la tarea, para cada vida humana, de lograr para sí fragmentos de libertad en todos los sentidos. Y voy a ofrecer lo que puede sonar como una especie de tesis inicial que en realidad no es una tesis, sino que es sobre todo una pregunta a Jorge.
Yo pienso que no hay emancipación sin pensamiento, que el pensamiento es condición de emancipación, y que eso es así, es decir, que el pensamiento cumple una condición mínima de su propia tarea emancipatoria, cuando se entiende no como tarea infinita de interpretación y desciframiento de signos (aquí ya ven ustedes quizá mi creciente falta de interés por la tarea crítica, por la tarea del preservador de la tradición en el sentido hermenéutico) sino que el pensamiento es ante todo operación, o incluso operacionalización de la existencia: puesta en obra, puesta en praxis. El pensamiento es operacionalización emancipatoria de la existencia, esta sería la tesis inicial que no propongo como tesis sino también como pregunta, y como pregunta, dicho sea de paso, voluntariamente expuesta a la confrontación con el psicoanálisis y con el pensamiento lacaniano. ¿Bajo qué condiciones cabe entender el propio pensar como una operacionalización emancipadora de la existencia? Incluso: como cura, en el sentido más amplio de esa palabra, que incluye su sentido latino.
Para mí, esa operacionalización emancipadora de la existencia a la que llamo pensamiento es primariamente reflexión sobre la propia facticidad. Pasa por hacer explícita, de la forma más radical posible, la propia facticidad, es decir, pasa por entender la propia posición en el mundo, en la estructura de significación que nos envuelve y a la que llamamos mundo.
La vieja palabra griega que puede escucharse en la Segunda Oda Pitia de Píndaro es mi referente aquí. Píndaro dice algo que se ha entendido como un imperativo y lo es. Lo que dice es, en mi traducción: aprendiendo o habiendo aprendido quién eres, conviértete en ese. La palabra más relevante aquí es mathon, el participio presente, aprende quién eres y conviértete en ese. Sé ese que sabes, es decir, que sabrás, que eres. O, en la versión nietzscheana, llega a ser quien eres. Esta sería mi segunda pregunta para Jorge: Jorge, ¿tú crees que este imperativo pindárico rige todavía en el horizonte del análisis lacaniano? ¿Es para ti el imperativo pindárico una llamada a la operacionalización emancipadora del pensamiento desde la facticidad?
Hacerse consciente de ello—esto es, hacerse consciente de la tarea del pensamiento como una explicitación de la propia facticidad que tiene carácter emancipador en cuanto tal—es lo que yo llamo decisión de existencia. Ahora bien, toda decisión de existencia tiene que hacerse cargo de lo aprendido en el imperativo pindárico. Operacionalizar ese imperativo es también descubrir la propia finitud, la propia mortalidad. Y ese descubrimiento emancipa en la medida misma en la que deja atrás hábitos, disposiciones, oclusiones y ocultamientos varios pero los deja atrás trayéndolos consigo. Esta es una extraña estructura que es sin embargo intuitivamente entendible: al conocerte a ti mismo, al conocer tu propia facticidad, no dejas tu facticidad atrás, sino que la traes contigo. La emancipación no puede ser nunca emancipación con respecto de la propia facticidad, eso sería metafísica pura o ontoteología o teología política según el caso. Arrastras tu propia facticidad y saberlo y tomar en virtud de ella tu propia decisión de existencia es emancipatorio. Y esta es mi tercera pregunta para Jorge, luego las repito todas: Jorge, ¿tú crees que la decisión de existencia así concebida es comparable con la noción lacaniana de atravesar la fantasía?
Entonces, repito esas tres preguntas para que estén frescas en la cabeza de todos, y de Jorge por lo pronto: ¿Cabe entender el propio pensar como una operacionalización, una puesta en acto, en praxis, el movimiento hacia una decisión emancipadora de la existencia? Si esto fuera así, ¿lo vincularías a la vieja llamada pindárica a, tras aprender cuál es tu facticidad, hacerte con ella, apropiarla incondicionalmente? Y pregunta tres: ¿pueden estas dos preguntas resumirse en la pregunta por la noción lacaniana de “atravesar la fantasía?
A Jorge no se le escapa, estoy seguro, pero conviene quizás hacerlo patente para todos, que estas tres preguntas son preguntas instaladas en la antifilosofía. Son en sí preguntas antifilosóficas, y especialmente en el sentido lacaniano de la expresión, según el cual el antifilósofo habría salvado el honor de la filosofía al haber llegado a expresar lo que el analista entiende como página ausente. En esa página ausente del analista está, obviamente, todo el problema de la emancipación, también todo el problema del imperativo pindárico. Es también el problema de lo que no hay, de la falta en el corazón del sujeto o del existente, que es justamente aquello que la operacionalización del pensamiento trata de liberar, haciéndola explícita.
Y esto nos lleva a la pandemia. Perdón si estoy procediendo con demasiada rapidez, a lo mejor me acaban sobrando minutos, pero si es así será compensación por los minutos adicionales que mis demasiado extensas notas les hicieron pasar leyéndolas. En el texto que mandó Jorge, llamado “Emancipación,” en la segunda página, Jorge dice: “La extensión serial de la muerte, el automatismo en la distribución de cadáveres le roba a la propia finitud la experiencia singular del morir propio. Los efectos de esta situación son incalculables.”
Desde cierto punto de vista, entonces, podría decirse que la pandemia, o más bien la forma de su tratamiento biopolítico, o biopolítico-económico, colabora en la extensión serial de la muerte y en la calculabilidad de la distribución de cadáveres. Y entonces podría decirse que el tratamiento biopolítico-económico de la muerte reduce a los mortales a su condición de cuerpos, o de vida desnuda en la formulación de Giorgio Agamben, aunque Agamben tome la expresión de Walter Benjamin. En otras palabras, les roba su mortalidad y colabora en la infinita producción capitalista del mundo como mera reserva disponible.
Pero ¿cabría darle la vuelta a eso y pensar que la forma de tratamiento biopolítico-económico de la existencia en tiempos de confinamiento pandémico puede también devolver la mortalidad a la facticidad humana? En otras palabras, ¿es posible, sería posible pensar que, después de la pandemia, vuelve a haber mortales? Es decir, que la operacionalización emancipadora del pensamiento, el descubrimiento de la facticidad de la existencia, es facilitado por la experiencia de la pandemia y entrega en su límite una nueva experiencia, un nuevo conocimiento de la mortalidad, y así un nuevo autoentendimiento que ha atravesado la fantasía?
Jorge, cuarta y de momento última pregunta para ti, ¿no es esa la condición de condiciones de toda emancipación posible? ¿Crees que está en potencia en la pandemia, es decir, en la pandemia como experiencia siniestra?
Lo voy a dejar ahí, estoy seguro de que las respuestas de Jorge servirán para abrir enormemente la conversación.