Dado el carácter público, aunque virtual, de la conversación que preparan estas notas he tratado de eludir hasta ahora todo análisis más o menos técnico. Pero llega el momento, me temo, de complicar la narrativa con algo más de pormenor, aunque sea mínimo, y espero que no resulte pedante. El problema que surge en las notas anteriores, a mi modo de ver, guarda relación con el difícil asunto de la repetición incesante como actualización de una potencia de ser, esto es, como reactivamiento en cada caso de un estado de plenitud relativa, que sería el punto final del “llega a ser quien eres” en la medida en que no estemos hablando todavía de tu cadáver (ni estéis hablando del mío.)
Sabemos que el origen histórico de ese imperativo, entendido tradicionalmente como un imperativo de formación de sujeto y que llega a su culminación pero también a su puesta en suspenso y crisis en el Ecce Homo de Nietzsche, está para nosotros en Píndaro. No es tan obvio que ese imperativo sea también el corazón de la disquisición aristotélica en Metafísica, libro Zeta, sobre dynamis y energeia. Ambas nociones están vinculadas al movimiento de los cuerpos, a la kinesis. La dynamis como potencialidad se va concretando en cada energeia como actualización, pero la actualización no es en sí estática (ni siquiera en tu cadáver o en el mío, como sabemos). En ese sentido la dynamis no cesa en la energeia, la potencia no cesa en su actualización: la silla, por ejemplo, todavía se mueve en cuanto silla, en cuanto persevera en su ser-silla, igual que lo hace el mar. Pero esto significa, para el animal y más precisamente para el animal humano, que “llegar a ser quien es” en su misma perseverancia es también infinita o indefinidamente devenir siempre otro, puesto que la dynamis no termina y es incesantemente arche metaboles (o kineseos) en allo e he allo—el principio del cambio o movimiento de algo a algo.
Sí, hay un kalos pathein, un bello sufrir, que tiene que ver con que cada ente busca, contra toda resistencia, su perfección, y se ejercita en ella. Así la decisión de existencia puede entenderse como en cada caso, no sólo “llegar a ser lo que eres” sino “llegar a ser todo lo que eres.” Como el mar o la silla. Pero hay un conflicto intuitivamente visible entre el imperativo formulado como “llegar a ser todo lo que eres” y su subsidiario, que es “y hazlo una y mil veces, una y otra vez.” Si la decisión de existencia exige su repetición incesante es porque no encuentra término, no encuentra estásis. Y esto es así porque se encuentra con una falta, con una dificultad o imposibilidad de ser plenamente, con un agujero en su totalidad, determinado por el tiempo en cuanto cambio y por el cambio en tanto tiempo. De este modo la decisión de existencia, mil veces repetida, no logra fijeza, no obtiene satisfacción, y se enreda en una proliferación de devenires. Se enreda en la diferencia y en la traza de la diferencia. Otra forma de decirlo es que la existencia de cada uno está esencialmente desobrada, y tanto más cuanto más prevalezca en ella la ilusión de obra consumada, de identidad en sí, de presencia estable y final. (No hace falta ir muy lejos para encontrar tal ilusión: basta mirar a cualquier colección de administradores universitarios.)
Este desobramiento, sin embargo, el del resto de los mortales, no es una cualidad negativa, sino cabalmente la posibilidad misma de libertad, por encima y por debajo de toda producción de sujeto. Es lo no-sujeto que capacita al Dasein para ser otro que fijeza lograda. Es inaparente porque, en cada caso, es lo que no entra en apariencia, lo que no entra en presencia: la falta constitutiva, en retirada, aquello que permanece oculto en todo desocultamiento posible, y como su posibilitador. ¿No es por lo tanto también la condición de posibilidad misma del análisis lacaniano y de su situación interminable? Por lo pronto, es la condición de posibilidad y el lugar de habitamiento electivo del ejercicio infrapolítico en cuanto tal, esto es, en cuanto forma del estar humano, al margen de su determinación política.
Wellborn, Texas, 12 de mayo, 2020