Nous n’avons pas de programme, de solutions à vendre. (Maintenant 124)
Pienso que las posiciones que Maintenant (Ahora), de 2017, registra son claramente consistentes con las expresadas en textos anteriores como Introducción a la guerra civil(2009), firmado por Tiqqun, o La insurrección que viene(2007) o A nuestros amigos(2014), firmados por Comité invisible, pero alcanzan en Ahoramayor precisión y economía descriptiva. Mi sensación general es que las temáticas propiamente propositivas, por ejemplo, las vinculadas al comunalismo, a la formación de un curioso “nosotros” o de una posibilidad de ser-en-común que sea a la vez precondición y resultado de la insurrección destituyente que todas estas obras preconizan, tienden a no convencer, a ser decididamente asintóticas, a, de alguna manera, temerse a sí mismas. Incluso la noción en principio atractiva, prestada de Heiner Müller, según la cual lo que ofrece el comunismo sería “la soledad absoluta,” en la medida en que reduce al individuo a su “existencia propia” contra la noción capitalista del colectivo idiota (Maintenant245-46), aparece en el último capítulo de Ahoracomo tropología catacrética, sin apoyo pensable. Pero en otros lugares del libro ese mismo temor alcanza ciertas resoluciones internas, ciertos desbloqueos. Una formulación posible, a partir de este último libro, es que la insurrección destituyente postula y posibilita una salida del discurso capitalista en la atención al dejar ser o dejar nacer de formas de vida exódicas, sustraídas a lo social.[ii] La insurrección es por lo tanto el éxodo con respecto de un discurso capitalista que es ya omnipresente. Puede verse a partir de esa misma afirmación que la insurrección no puede, por lo tanto, postularse como insurrección primariamente política. Si la insurrección es política, lo es porque la política es una dimensión irrenunciable de la existencia. Pero Comité invisible no ha dejado nunca de pedir una insurrección existencial, con respecto de la cual la política es derivada y secundaria. La paradoja es por supuesto que esa insurrección existencial transpolítica no puede sino ser entendida como una forma de hiperpoliticidad, como una experiencia política de intensidad extrema. No estamos acostumbrados a entender que en la renuncia a la política pueda darse la mejor política, según el viejo axioma que parodio: “la mejor política es la política muerta.” Pero no puede negarse que la negación de la política es una forma de la paradoja del cretense: lo único que el cretense no puede decir es que todos los cretenses son mentirosos.
En el último ensayo de AhoraComité invisible cita a un amigo: “La solución al problema que tú ves en la vida está en una forma de vivir que haga desaparecer el problema” (124). Cambiar de vida es por supuesto más, mucho más, que una mera politización voluntariosa, aunque sea revolucionaria. La insurrección busca un cambio de vida, la insurrección es en primer lugar un cambio de vida–un cambio en la forma de vida:
Nos parece que la vida, ya biológica, singular o colectiva, es precisamente creación continua de formas. Basta percibirlas, aceptar dejarlas nacer, hacerles sitio y acompañar su metamorfosis. Un hábito es una forma. Un pensamiento es una forma. Una amistad es una forma. Una obra es una forma. Un oficio es una forma. Todo lo que vive no es más que formas e interacciones de formas. (68)
Cultivar una forma de vida es prestar atención al ahora de la existencia, dejarlo ser en un mundo en el que “la hegemonía ha muerto y las singularidades se hacen salvajes” (21): “Un espíritu que piensa en términos del porvenir es incapaz de actuar en el presente. No busca la transformación: la evita. El desastre actual es como la acumulación monstruosa de todos los diferimientos del pasado, a los cuales se añaden en caída permanente los de cada día y cada instante. Pero la vida se juega siempre en el ahora, y el ahora, y el ahora.” (17)
Si la insurrección no fuera en primer lugar un cambio de vida, estaríamos jugando a hegemonías, a ajustes, a cambios en la estrategia de dirección, estaríamos jugando a la política. Pero mi impresión es que la novedad, y la importancia, de la propuesta de Comité invisible está en otro lugar, y precisamente no en la política–quizá contraintuitiva o incluso contraintencionalmente, aunque lo dicen también con claridad meridiana, otra cosa es que haya oídos que lo oigan, o que sus mismos oídos lo oigan–, en Ahora: “Para nosotros, no se trata de ‘hacer política de otra manera,’ sino de hacer otra cosa que política. La política deja vacío y ávido” (transcribo en francés porque la traducción complica: “Pour nous, il ne s’agit pas de ‘faire de la politique autrement,’ mais de faire autre chose que de la politique. La politique rend vide et avide” [50]). Por eso, partamos de ahí, para Comité invisible, en el tiempo que nos toca, “ser de izquierda o ser de derecha es elegir una de las maneras innombrables que se le ofrecen al humano de ser un imbécil” (38): palabras sin duda duras, chocantes, quizás incluso terroríficas, pero a mi juicio eminentemente pensables, en particular viista la presente inopia de la izquierda actualmente existente. La insurrección de Comité invisible, esa insurrección para la que todas las razones están ya “ahí,” como dicen en la primera línea de Ahora, es también en primer lugar una insurrección contra la política, incluyendo esa política de izquierdas que les gusta zarandear bajo el nombre de “negrismo” (por Antonio Negri). Cabe entender que el negrismo, extremo izquierda de la presente abyección política, engloba e incluye en sí formas más discretas o menos radicales de populismo, peronismo, secesionismo, leninismo. Todo eso es, entre otras cosas, lo que debe dejarse atrás en el esfuerzo insurreccional (que por supuesto no deja de ser político, pero cuya especificidad política es la de la subversión de toda política) cuyo impulso central es la necesidad de cambiar de vida, de lograr otra forma de vida. ¿Con respecto de qué, con respecto de cuál? ¿A qué hace referencia este “cambio de vida” que tiene resonancias religiosas, místicas? ¿Quién puede cambiar de vida?
Habría mucho que hablar, naturalmente, pero, en los términos de Ahora, yo diría que el cambio de vida se propone como abandono y éxodo respecto de un giro cualitativo en el discurso capitalista ya más que presagiado, de hecho, profetizado en la conferencia sobre la técnica pronunciada por Martin Heidegger en 1953. Allí Heidegger hablaba de una “caída precipitosa” consistente en que el humano deja de ser el sujeto de la ordenación del mundo para hacerse él mismo objeto de ordenación, y así desaparecer propiamente como ex-sistente (ver Heidegger, “Question” 27). La existencia humana desaparece en la precisa medida en que el viejo animal rationaledesciende o cae a la posición de “capital humano” o “recurso humano,” como nuestras instituciones nos declaran, como la política real, la biopolítica, la administración del mundo realmente existente ha dictaminado ya sobre todos nosotros. Dice Comité invisible que en John Locke o en Karl Marx “el hombre era propietario de algo que podía alienar permaneciendo intacto [la fuerza de trabajo]. Formalmente era algo diferente a lo que vendía. Con la teoría del capital humano, el hombre es menos el detentador de una agregación indefinida de capitales–cultural, relacional, profesional, financiero, simbólico, sexual, de salud–que esta agregación misma. Es capital” (95). Nuestra conversión en valor y medida, en nada sino valor y medida, lanza nuestro ser por un camino de autovalorización regido por un principio de equivalencia general que no puede sino desembocar en el desastre. Somos solo moneda viviente, como dicen citando a Pierre Klossowski (101), y en cuanto moneda viviente y equivalente general autovalorizante no podemos ni ser-ahí ni ser-con: el camino a la analítica existencial ha sido enteramente bloqueado: “Estar ahí es intolerable renuncia a estar en alguna otra parte, donde la vida es aparentemente más intensa como se encarga de informarnos nuestro smartphone. Estar con esa persona es intolerable sacrificio del conjunto de las otras personas con la que se podría también estar. Cada amor queda aniquilado de antemano por el conjunto de amores posibles. De donde la imposibilidad de ser-ahí, la inaptitud para ser-con. De donde el malestar universal” (101). Por eso Comité invisible abre su libro diciendo: “todas las razones para hacer una revolución están ahí” (Maintenant7). La insurrección es exódica con respecto del discurso de capital humano y es en primer lugar renuncia a toda capitalización. “[La economía] es aquello de donde se debe salir para vivir, pura y simplemente, para estar presente en el mundo” (102). Cambiar de vida significa hacer éxodo con respecto de nuestra calidad de capital humano–desmovilizarnos en cuanto valor y medida, cesar nuestro compromiso con la autovalorización.
¿Cómo abrir el camino hacia ese éxodo, cómo empezar a dejar nacer esa forma de vida alternativa? Comité invisible afirma que, contrariamente a la pretensión política fundamental de la modernidad, según la cual la liberación democrática de la vida, la politización fundamental de la existencia humana, era derivación misma del poder popular como poder constituyente, solo la insurrección destituyente ofrece virtualidad alguna. La pretensión común a las formas de política que la izquierda contemporánea, de Ernesto Laclau a Jacques Ranciére a Alain Badiou y Antonio Negri, sigue proponiendo tiene que ver con la idea de que el pueblo puede colonizar el vacío de una situación dada, puede constituirse en la parte de los sin-parte y apelar a la totalidad, puede formar cadenas de equivalencia supeditadas a un point de capitonque las resuelva en hegemonía social: ese es el poder constituyente y potencial de una multitud que emerge como pueblo, como comunidad, como nosotros, y que cifra la teoría de la revolución en la modernidad. Para Comité invisible no hay tal cosa, supuesto que todo poder constituyente deriva simultáneamente a su constitución en poder constituido, ocupando literalmente el lugar dejado vacío por la hegemonía anterior y repitiendo todos sus defectos con suplementos varios. La izquierda contemporánea, desde esa posición, no está en disposición de resolver el problema de la economía política y de la teoría del capital humano, que acabaría intensificando o incluso llevando a su apoteosis identitaria y máximamente excluyente.[iii]
¿Qué es, entonces, la destitución, y por qué ninguna falsa piedad anti-anarquista del estilo “oh, eso no es suficientemente político” puede tocarla? No la puede tocar porque la destitución es aquí la salida del régimen mismo de lo político: “Su gesto propio es la salida, de la misma forma que el gesto constituyente es la toma por asalto. En una lógica destituyente, la lucha contra el estado y el capital vale de entrada para salir de la normalidad capitalista que se vive, para desertar de las relaciones de mierda consigo mismo, con los otros y con el mundo . . . la lógica destituyente obedece a la necesidad vital de tomar distancia” (Maintenant76). Esa necesidad vital es necesidad infrapolítica. Como dice Comité invisible, “las verdades son múltiples, pero la mentira es una, porque está universalmente ligada contra la menor verdad que emerja a la superficie” (12). Tener que lidiar con la posibilidad de que lo constituyente sea en cada caso la forma de la mentira, estructural e irrevocablemente–sin duda esa es una violenta afirmación política, insurreccional, a pesar de que la modernidad no pueda verla sino como antipolítica. Por la cuenta que le trae.
Alberto Moreiras
Texas A&M University
Trabajos citados
Agamben, Giorgio. Stasis: Civil War as a Political Paradigm. Nicholas Heron trad. Stanford:
Stanford UP, 2015.
Comité invisible, The Coming Insurrection. Los Angeles: Semiotext(e), 2009.
—. Maintenant. París: La Fabrique, 2017.
—. To Our Friends. Robert Hurley trad . Los Angeles: Semiotext(e), 2015.
Fernández Savater, Amador. “Antropología neoliberal.”
Harney, Stefano y Fred Moten. The Undercommons. Fugitive Planning & Black Study. Nueva York: Autonomedia, 2013.
Heidegger, Martin. “The Question Concerning Technology.” En The Question Concerning
Technology and Other Essays. William Lovitt editor y traductor. Nueva York: Harper &Row, 1977. 3-35.
[i] El título hace referencia al texto de Fred Moten y Stefano Harney, Undercommons. Mi idea es postular ciertos paralelismos en este último libro y en la postura general de Comité invisible, para lo que no tengo espacio en esta ponencia (pero que desarrollaré en el futuro.)
[ii] Dice Amador Fernández-Savater que la “izquierda oficial” es incapaz de hacer mella alguna en los procesos de dominación a cargo de la “antropología neoliberal,” que es otra forma de hablar del capital en su estadio contemporáneo. No hay una izquierda “oficial” capaz de hacerle frente al “fascismo neoliberal,” solo puede reproducirlo en disfraz. Se hace necesaria por lo tanto otra política que es el mismo tiempo un paso atrás con respecto de la política. Se necesitan formas exódicas de vida sustraídas a la teoría del valor del capital humano. Para mí, esa es la infrapolítica. Ver Fernández-Savater, “Antropología.” En Introducción a la Guerra Civil, firmado por Tiqqun, que es el colectivo que antecede a Comité invisible, se dice: “la soberanía imperial significa que no hay ningún punto del espacio o del tiempo y ningún elemento del tejido biopolítico que esté a salvo de intervención. El archivamiento electrónico del mundo, la trazabilidad generalizada, la reducción del edificio jurídico a una mera arma en el arsenal de la norma–todo esto tiende a convertirnos a todos en sospechosos” (XX). Desde luego, y esto significa: toda práctica política ha caído ya en el continuo biopolítico articulado por el “imperio,” toda práctica política repite el continuo imperial y biopolítico, toda práctica política está siempre ya bajo la soberanía imperial.
[iii] Quizás el intento, sin duda influyente en Comité invisible, de postular una estructuración de lo político alternativa al juego de poder constituyente-poder constituido fue indicada por Giorgio Agamben en los dos seminarios dados en la universidad de Princeton en 2001, luego publicados en Stasis. Ver también Moreiras, “Comentario.”