Hay golpes en la vida, yo no sé. Pero no siempre somos responsables de aquello de lo que se nos acusa. Recientemente alguien publicó que debería haberle hecho caso a aquella que decía en los años noventa que yo ya estaba muerto, y que se equivocó mucho dándome por vivo. Pero no: no estaba muerto, estaba de parranda. Y ahí sigo. Y ellos no lo pueden ver, prefieren insistir en la consignación a la muerte, vieja estrategia tan patética como caída. Y mi viejo amigo Peret, que tocaba rumbas en el bar de la esquina cuando yo era estudiante en Barcelona, lo dice mejor que nadie. Claro, muchxs actuan como la sufrida señora del tal Blanco Herrera en la canción, temerosxs de la contaminación zombie. Pero habrá que perdonarles, en la medida en que uno piensa en ellxs.