Empezando a enseñar un curso sobre narco, y fijándome en la noción de “plata o plomo,” tan distinta de la opción más antigua, “la bolsa o la vida,” de la que habla Lacan. Aparece desde las primeras lecturas del curso: en la versión nueva de Miss Bala de Catherine Hardwicke y en el libro de Sergio González El hombre sin cabeza. Pero estará en todas o en casi todas las lecturas del curso. Con “plata o plomo” la cuestión es: “entrégate o muere.” Hay jouissance en la entrega, claro, pero también la hay en la muerte, esto es, en el “no.” Eso es lo que los chicos del “lying flat movement” a la vez saben y todavía tienen que averiguar, y veremos cómo va.
Mi pregunta es si es correcto pensar que “plata o plomo,” lema del mundo narco, es válido como alegoría general de la condición humana en el presente (quizá siempre, pero pensemos el presente de momento). Sería una alegoría infrapolítica. Por ejemplo, sin ir más lejos, el miedo general de los assistant professors a no recibir tenure los clava en una situación de la que muchos no salen ya jamás: internalizan el miedo, y encuadran su vida profesional en la pulsión de sometimiento. Todo conformismo universitario es siempre ya de antemano consecuencia de un “plata o plomo” original. La política empezaría entonces una vez hay un acomodo inmemorial con el “plata o plomo,” que es extendible, claro, a todos los trabajos asalariados. En mi universidad esa estructura es tan visible que resulta imposible no verla. Es explícita. En Duke era menos visible pero quizás por ello todavía más insidiosa. Las recompensas eran más obvias y así disimulaban mejor, o incluso exacerbaban, la violencia soterrada.
El miedo–el miedo a que no nos reconozcan como suficientemente entregados, suficientemente listos a sacrificar nuestra libertad o nuestro deseo–es la condición bajo la que vivimos nuestra vida como ciudadanos productivos. La reciente decisión de la legislatura texana sobre el aborto–el hecho de que a partir de ahora toda mujer que quiera un aborto puede ser denunciada por cualquier cazador de botines–es un síntoma significativo. En ese sentido el mundo del narco es un espejo oscuro: nos devuelve una imagen de la existencia tal como es, contra las mistificaciones y las ilusiones de la existencia “legal.”
¿Cómo vivir, entonces, una vez reconocemos que “plata o plomo” es el imperativo categórico real de nuestro presente?
plomo, para empezar
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?A qué te refieres? Ojala no al texto! ?Seria plomo siempre en cada caso tu opción?
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Está claro que la existencia narco no es una forma otra o exterior de la existencia, es, más bien, un modo íntimo del estar. Me pregunto cómo es que negociamos los intercambios entre ese modo y el que construimos para darse a ver.
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Edwin, tu pregunta es una versión de la pregunta con la que yo concluyo. Dado que no es posible eludir la opción plata o plomo, solo cabe encontrar una relación a ella. El abanico de opciones ofrece algo así como una fenomenología psíquica–desde la opción más abyecta, que es el sometimiento puro al imperativo llamémosle institucional, sin residuo, hasta la opción del que no quiere renunciar al propio deseo y pasa su vida tratando de encontrar resquicios de aire en lo abrumador del imperativo. Hay más de lo primero que de lo segundo, sobre todo porque sabemos que esa primera opción de sometimiento se camufla tantas veces bajo diversos disfraces. Vivir en lo segundo, en cambio, es difícil y doloroso y no siempre puede ejercitarse sin fracaso. Yo le llamaría a la primera opción Torquemada, mientras que la segunda sería la opción marrana. Entre ellas estamos todos.
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“Mi pregunta es si es correcto pensar que “plata o plomo,” lema del mundo narco, es válido como alegoría general de la condición humana en el presente (…)”
Me parece que así es. Y, evidentemente, los profesores universitarios no estamos exentos de una condición en la que oscilamos entre una disposición al conformismo y una resistencia bastante complicada de sostener. En ninguna de las dos estamos ‘a salvo’ , por supuesto.
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