Sosiego en lo siniestro. 20 de marzo, 2020.

Llevamos, en mi casa, Teresa, el gato y yo, una semana de semi-confinamiento, que sería confinamiento total si no incluyera un par de salidas para comprar provisiones y para coger papeles en la universidad.  The Brazos County Health District advised today evidence of community spread in Brazos County, as has been the case in other areas of Texas.  Al margen de tareas agradables como la de cortar la hierba, que interrumpió la lluvia de hoy y seguirán interrumpiendo las circunstancias (porque me parece que mi tractor está a punto de averiarse y no sé ya si podré hacerlo arreglar), se me ha ido el tiempo entre unas cosas y otras.  Algunas de preparación para las clases en línea que empiezan este lunes, y otras producidas por el puro desconcierto—atención a la vez distraída y fija a las noticias, periódicos, curiosidad impaciente por ver qué se dice en Facebook o Whatsapp, ansiedad por nuestros hijos, que viven en otros lugares.  Pero ya va siendo hora de darle la vuelta a eso, y de recogerse de otra manera.  Tengo mucho que leer, también por escribir, pero he precisado de estos días para darme cuenta de ello.  

No es que sienta ninguna necesidad de trabajar.  Algo habrá que hacer, entre otras cosas ocuparme de las clases, aunque estén en general ya preparadas.  Pero noto tensión, y me conozco lo suficiente para saber que tengo que nombrarla o me dejará inquieto no llegar a hacerlo.  Hay suspensión de lo habitual, puesto que las condiciones tanto de trabajo cotidiano como de todo lo demás están en entredicho. No puedo ir al gimnasio, por ejemplo, y no es que me guste tanto, pero marca mis días.  Lo habitual se suspende y en ello aparece un ocio que apenas puede llamarse así, porque no es elegido.  Es un ocio ansioso, y lo hace más ansioso la voluntad de sacarle partido, de capitalizarlo, en realidad.  De poder usarlo como posibilidad de entrada en mi propia existencia, de la que parezco haberme ido, de darme cuenta de lo que es este tiempo parado que sin embargo no deja de fluir.  Y por debajo la sensación de que todo eso puede irse al tacho si alguien cercano a mí cae enfermo.  Hay una urgencia hacia el sosiego, una necesidad apremiante de sosiego, pero el sosiego no se lleva bien con la urgencia, y esa contradicción es la que no puedo resolver, o no todavía.  Sé que estamos solo en el principio de algo que durará, todo lo indica, y esa duración, imaginada, me produce una angustia leve que no puedo negar ni esconder del todo.  No es solo mía, lo sé también.   

In the meantime it was folly to grieve, or to think.  Esa frase del cuento de Edgar Allan Poe “La máscara de la Muerte Roja” me ronda la cabeza.  No es tiempo de aflicción, no todavía, no por mí ni por los míos, aún no ha pasado nada, ojalá no pase.  Pero pensar parece también un esfuerzo excesivo.  Pensar ¿qué?  Pensar lo inane inanemente.  De alguna manera, sin embargo, también mi condición tiene trazas de la del Príncipe Próspero: también yo estoy refugiado en mi magnificent structure, y también yo he invitado a reunirse conmigo a mil damas y caballeros que me esperan por las noches en las películas de Netflix o Amazon Prime Time.  Tenemos provisiones.  Solo queda organizar el baile de máscaras.  

En el cuento de Poe el castillo del Príncipe incluye una extraña sala interior, con su contraste negro y púrpura, donde reside un gigantic clock of ebony cuyas campanadas interrumpen la música de la orquesta y paran el vals de las damas y los caballeros, que se sienten temblar y empalidecer sin entender por qué la perturbación sónica los afecta.  Y en el toque de medianoche aparece una new presence, enmascarada como todas las del baile.  Y es la máscara de la Muerte Roja, que entró like a thief in the night.  And the life of the ebony clock went out with that of the last of the gay.  And the flames of the tripods expired.  And Darkness and Decay and the Red Death held illimitable dominion over all.   

Pero eso no pasa, dice el cuento de Poe, hasta el final del quinto o sexto mes del confinamiento.  Falta mucho.  

Cómo encontrar sosiego en lo siniestro, o no es caso de encontrarlo sino de buscarlo y lograrlo.  Esa búsqueda, me temo, vendrá impuesta como la tarea esencial de los próximos meses.  Y los marcará, con apremio y tesón.  Y cambiará mi vida solo si alguna otra cosa no la cambia antes con mayor dureza. It is folly to grieve, or to think.  No se puede penar, ni pensar, pero penar y pensar—pensar ese secreto–es por lo pronto lo único posible, la sola vía abierta. 

3 thoughts on “Sosiego en lo siniestro. 20 de marzo, 2020.

  1. el humor a veces se cruza con los pensamientos oscuros, te llevo unos cuantos añitos, Alberto, y ya me doy cuenta que esto es, sí, de veras. lo más siniestro que he vivido, que hemos vivido, le decia a mi compañera esposa. En el establecimento de grocers mejor abastecido de cosas selectas importadas, fui directo por las sardinas Ortiz, en pomo grande, y resulta que el estante entero de esas delicias enlatadas estaba vacío, desnudito. Bueno, esperemos que pronto regresen

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