Informante bestial, informante diabólico, informante radical, que a su vez merece varias subcategorías. Mezclas de tipos en cada caso (por ejemplo, el que envía una carta anónima de denuncia falsaria puede incorporar los tres tipos, por ejemplo Marta Rovira diciendo mendazmente lo de “muertos en las calles” incorpora lo diabólico y lo radical y el análisis privilegia una u otra de las categorías, etc.).
Esos tipos contra el morador hiperfronterizo, el que vive en el secreto del desocultamiento, el marrano.
El hiperfronterizo entendido como el no-informante, es decir, el que vive en relación de sustracción respecto de la tipología del informante.
¿Qué es lo secreto, lo que regula la economía del informante? La “mismidad” del no-informante responde a la categoría (abiertamente presubjetiva) de “sujeto de la pulsión,” esto es, la pulsión de muerte en su singularidad máxima, o también,a aquello que en cada uno de nosotros se sustrae al Mitsein, al Mit- del Mitsein, contra Nancy, el lugar de la singularidad que ningún “cum” domestica.
La subversión del migrante marrano, el secreto del migrante, es el saber de la inexistencia del Gran Otro, el saber de la vacuidad de la fantasía social, y también, por lo tanto, el saber de la vacuidad de la teleología política.
El marrano en registro afirmativo apoya al estado contra la comunidad, y apoya la lucha del estado contra el estado de extracción. La batalla política de nuestro tiempo es la batalla del estado–único garante de la libertad posible–contra el estado de extracción–que organiza la servidumbre específica de nuestro tiempo–. Lo demás o es infrapolítica o es banal y está caduco.
El éxtasis del no-informante–del que se sustrae tendencialmente a toda tipología del informante–, su potencia de sobrevida y su oscura misión, son efectivamente lo que podríamos llamar o habría que llamar “aprender a callar.”
Aprender a callar es demanda de escucha, plantea demanda de escucha, pero solo porque es a la vez una sustracción radical a la escucha, un fin del análisis.
Hay un ejemplo histórico específico: el averroísmo popular de los siglos XII a XV en las comunidades judeo-moriscas de Tudela y León. Y había otras. No escribían, no dejaron más que traza de memoria.