¿No es este el pro-grama infrapolítico?: “Une telle différance nous donnerait déjà, encore, à penser une écriture sans présence et sans absence, sans histoire, sans cause, sans archie, sans télos, dérangeant absolument toute dialectique, toute théologie, tout téléologie, toute ontologie. Une écriture excédant tout ce que l’histoire de la métaphysique a compris dans la forme de la grammé aristotélicienne, dans son point, dans sa ligne, dans son cercle, dans son temps et dans son espace.”
A veces conviene recordar la radicalidad del proyecto.
Las primeras palabras de “La clöture du gramme et la trace de la différence”advierten que todo lo precedente se hizo como preparación a lo que viene. Derrida ha establecido ya, en páginas admirables, que el tiempo en general pertenece a la conceptualidad metafísica–en realidad, que ningún concepto alternativo de tiempo podría desarrollarse que no llevara necesariamente a “otros predicados metafísicos u ontoteológicos.” De ahí que, para Derrida, el juego de Heidegger en Ser y tiempo todavía pertenece también a esa conceptualidad. Igual que no puede oponerse un concepto vulgar de tiempo (de Aristóteles a Hegel) a otro auténtico (el querido y fallado por Heidegger, que abandona el proyecto de Ser y tiempo como consecuencia), de la misma manera la diferencia entre lo auténtico y lo inauténtico (temporalidad originaria y temporalidad caída) no traspasa ninguna frontera. La misma noción de caída, explica, pertenece ya al concepto vulgar (esto es, metafísico) de tiempo–puesto que la caída tendría que darse en el tiempo, como derivación temporal. El horizonte del ser, esto es, la diferencia óntico-ontológica, no puede esclarecerse a partir de esa distinción que permanece intrametafísica: lo originario y lo caído. Nota que en esta conceptualidad lo originario es siempre árquico.
Derrida entiende que este es el problema que llevó a Heidegger a suspender el proyecto de Ser y tiempo–ninguna reconceptualización del tiempo podría ofrecer un horizonte apropiado a la diferencia ontológica. Derrida ofrece el pensamiento de que la noción posterior de epocalidad del ser busca otro horizonte desde el que pensar la diferencia entre ser y entes.
Siguen unas referencias a “La palabra de Anaximandro,” del 46. Este ensayo es importante porque en él Heidegger intensifica su meditación sobre la presencia–iniciada en Ser y tiempo o antes, y vinculada a los muchos análisis heideggerianos en referencia al sujeto como presente-a-la-mano, ante-los-ojos, cuya destrucción es el principio motivador mismo de Ser y tiempo–como horizonte fundamental de la metafísica desde los griegos. Derrida detecta una vacilación esencial en Heidegger–por un lado, Heidegger piensa modalidades de la presencia, por otro lado busca llamar a tales modalidades de presencia en su conjunto “la clausura (misma) greco-occidental-filosófica.” Y aquí es donde Derrida, en mi opinión, demuestra y declara su cercanía fundamental a Heidegger. Derrida dice que todas las arduas meditaciones fundamentales de Heidegger sobre la presencia, incluida la meditación sobre Anaximandro, son intrametafísica, pero dice también que Heidegger sabe eso, y prepara o cuida siempre otro gesto, “le plus difficile, le plus inouï, le plus questionnant, celui pour lequel nous sommes le moins préparés.” Tal gesto “se laisse seulement esquisser, s’annonce dans certaines fissures calculées du texte métaphysique.”
La contribución fundamental de Derrida empieza ahora. como elaboración directa de la problemática heideggeriana, es decir, como intento por dilucidar lo que Heidegger mismo quiso dilucidar y se esforzó extremadamente por dilucidar. Es obvio que ese gesto difícil no puede darse a leer bajo forma de presencia–su signo debe pues exceder toda producción o toda desproducción de ente alguno, no puede darse a través de la cópula, del esti, y tampoco a través del me on o del ouk esti, que refieren a modalidades negativas de presencia. Gesto an-árquico, pues, pues, dice Derrida sin elaborarlo mucho aquí, pero es obvio que hay resonancias de esto con la anarquía schurmanniana y con la infrapolítica, “seule la présence se maïtrise.”
Es ahora, en la última página y media, donde se ofrece el concepto o el cuasiconcepto de traza. Ese gesto difícil que busca Heidegger corresponde a la traza, “la trace n’est ni perceptible ni imperceptible.” Ni presente ni ausente.
¿Es sólo un gesto heideggeriano? No, la traza pertenece también a toda la tradición de escritura metafísica. Pero es la traza en cuanto borrada, la traza en cuanto olvidada. La diferencia entre ser y entes, la diferencia ontológica, se pierde como traza, se olvida en cuanto traza. Si la diferencia es ya sólo traza, entonces el olvido de la diferencia es traza de traza–el olvido es traza de segundo orden.
Pero esto abre una posibilidad inaudita–y al tiempo siempre ensayada: en la metafísica misma, la diferencia se percibe como traza, y la traza es en la metafísica el horizonte del ser. Hacer aparecer la traza propiamente, “en cuanto tal,” es cagarla. Y ese es el gesto crítico derridiano fundamental–la traza “en cuanto tal” es siempre en cada caso el nuevo nombre del ser de los entes, intrametafísico. La traza “en cuanto tal” establece en cada caso el nuevo plano de figuralidad principial.
Por lo tanto, traza de traza de traza: “il y aurait une différence plus impensée encore que la différence entre l’ëtre et l’étant . . . Au-delá de l’ëtre et de l’étant, cette différence (se) différant sans cesse, (se) tracerait (elle-mëme), cette différance . . . ”
La noción de “différance” es pues la propuesta derrideana para salir de la conceptualidad intrametafísica, para aludir a ese gesto difícil que permita abandonar el horizonte presencial, sin el cual no hay éxodo de la metafísica. Tal différance sería por lo tanto “plus vieille que l’ëtre lui-mëme,” en la medida precisa en que el ser mismo es siempre necesariamente (concebible sólo como) arché originario.
Para mí, la pregunta crucial en relación con Derrida es si tal différance, en la que se continua de otra manera el proyecto heideggeriano, está circunscrita a y por la lengua; si el gesto “más difícil, más inaudito, más cuestionante” no será también y antes que otro un gesto silencioso al que llamamos infrapolítico.
El párrafo que colgué al principio viene inmediatamente a continuación de la mención de la palabra “différance.” En cuanto a la problemática de la diferencia ontológica, creo que la relevancia de este ensayo es clara. En cuanto a lo de no-sujeto y autenticidad, la cosa es mucho más complicada–la autenticidad permanece sin embargo encriptada en el análisis derrideano, mutada, pues ya no es cuestión de oponer lo originario a lo caído, lo propio a lo menos que propio o impropio–es cuestión de ese otro gesto inaudito, la relación con la traza, con la estela. Sin cuya posibilidad no habría deconstrucción, me parece, de la misma forma que no habría infrapolítica.
Alberto, esto es crucial: “Para mí, la pregunta crucial en relación con Derrida es si tal différance, en la que se continua de otra manera el proyecto heideggeriano, está circunscrita a y por la lengua; si el gesto “más difícil, más inaudito, más cuestionante” no será también y antes que otro un gesto silencioso al que llamamos infrapolítico”.
Aqui se da pie a pensar en la escritura, que pareciera no agotar la reflexion infrapolitica. Me pregunto en este punto preciso si la practica de la des-metaforizacion (que tanta distancia crea…es un parteaguas, realmente) estaria mas alla de la escritura? Todo esto es dificil desarrollarlo, pero es gesto de volver a ‘Ousia grama’ es fundamental.
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*a pensa la escritura – queria decir.
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