Una lectura posthegemónica del Retablo de las maravillas. Por Alberto Moreiras.

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Los seguidores de Trump siguen creyendo que el presidente tiene toda la razón del mundo en echar a Comey, igual que los que están previamente convencidos de la culpa de Tommy Curry, el profesor de Texas A&M acusado absurdamente de pedir la muerte de blancos,  no pueden parar de pedir su castigo y expulsión.   Viven en el mundo del Retablo de las maravillas.  Han pagado por él.  No toleran la idea de haber tirado su dinero.  Mejor ciertos que cornudos.  Ese es el problema de toda hegemonía.

En el entremés de Miguel de Cervantes se declara que el confeso y el bastardo están incapacitados, por encante del sabio Tontonelo, de ver lo que realmente pasa.  No pueden ver lo que pasa, y así lo que ven, la nada, es fantasía obscena.

Para entrar en la representación, los representantes de la buena visión, la visión hegemónica, confiados en su dominio, quieren ser pagados de antemano. Ante omnia. Porque si todos han pagado antes ya estarán precomprometidos a la visión, ya habrán entrado en la servidumbre voluntaria porque les va en ello lo que han pagado. Y así no habrá rebeldes–no habrá ni un solo confeso ni bastardo.  Todos ya podrán decir: “cuatro dedos de enjundia de cristiano viejo rancioso tengo sobre los cuatro costados de mi linaje: !miren si veré el retablo!”

Los otros, si los hay (pero son todos), están jodidos: no pueden ver nada, pero no pueden decir que no ven nada. Tienen solo que amar al líder, confiar en el líder, amar la representación.  Para que pueda decirse de cada uno de ellos “ser muy buen cristiano y hidalgo de solar conocido.”

Y asi “échanse todos y alborótanse” ante la majestad de la hegemonía.  Y cuando llega de la calle (o de la biblioteca) algún despistado y dice que no ve nada, o que lo que ve le fastidia, le dicen: “ex illis es! ex illis es!” Y el despistado, confeso y bastardo declarado, marrano hijoputa, carne de cañón, solo puede decir: “!soy de la mala puta que los parió! Y por Dios vivo, que si echo mano a la espada, que los haga salir por las ventanas, que no por la puerta.”

Pero, claro, este posthegemónico peleón es también una figura de fantasía, porque siempre prevalecerán en todo esto los estafadores y los licenciados Gomecillos.  Los que definen de antemano qué es la fantasía obscena.  Los que definen la verdad falsa de la escena.

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