Estaba yo esperando a que los estudiantes me entregaran su midterm, y mientras tanto leyendo un libro sobre Jean-Pierre Melville, y justo después de enterarme de que Melville había dicho en una entrevista “I often say—which isn’t true—that I have always been rejected by the profession. Actually, it is I who have always rejected the profession,” empezó un pequeño bombardeo de mensajes por el teléfono. Todos contaban lo mismo: en una retransmisión en directo por facebook de la presentación de un libro (mejor no decir cuál para poder omitir nombres sin hacer malabarismos; además, el libro es un libro importante y su autor, que no tiene que ver con lo que sigue, es amigo), alguien había dicho, con cierta saña en el tono y en el timbre, poco después de referirse al “mal,” y haciendo gala de una voluntad de escritura que sale de las tripas, que se manifiesta siempre como escritura “contra,” que hay por ahí un grupo, “la gente de Moreiras,” que se ocupa de pensar “el giro lingüístico” contra la identidad, lo cual debe ser mala cosa o cosa de bandidos, y retuerce un poco las tripas, y uno, claro, debe escribir contra ella. El contexto dejaba claro que tal observación, que podía por supuesto estar condicionada por la dispepsia crónica o algún dolor de oídos, era una observación no solo crítica, sino tambien deslegitimante. Que provocó risitas de esas de caja en una audiencia previamente empaquetada y bien predispuesta.
Dejemos aparte lo de decir que la infrapolítica es pensamiento del giro lingüístico, cuando se trata más bien de un intento de todo lo contrario (aun así, desde luego yo asumo íntegra la herencia del postestructuralismo). Lo digo porque supongo que cuando se habla de la “gente de Moreiras” se alude al trabajo que se viene haciendo más o menos colectivamente bajo la noción de infrapolítica. Es extraordinario que a un intento de elevar la discusión académica en castellano a un nivel filosóficamente solvente—hablo de “intento” y hablo de “elevar” con plena conciencia de las dos palabras—haya que responder con el ataque y la descalificación, no con la lectura, con el estudio, con la crítica rigurosa y real, o simplemente sabiendo de qué se habla. Desde luego nunca con la invitación a una conversación seria y sostenida. Pero estamos acostumbrados ya de mucho tiempo a tales hazañas del latinoamericanismo.
Lo que realmente me interesa decir es que la única “gente de Moreiras” que existe en este mundo, si es que existe, es el grupo de estudiantes que trabaja conmigo en sus tesis doctorales en Texas A&M—que son Andy Lantz, Michela Russo, Belén Castañón Moreschi, Guillermo García Ureña, José Valero, y David Yagüe. Lo demás son fantasías desinformadas. Infrapolítica no forma grupo, no forma pueblo, no forma banda, no forma gente, sino que forma proyecto, y la gente interesada en ello no es gente “de” nadie ni tiene por qué serlo. Así, el que quiera discutir, conversar, hablar, para manifestar su desacuerdo o su perverso amor, su antipatía o molestia, debería ser capaz de nombrar a su antagonista sin implicar a un montón de estudiantes y colegas a los que puede acabar yéndole mucho profesionalmente en ese tipo de descalificaciones que solo circulan como rumor y viento hostil. Quizás esto sea todo lo que haya que decir.
O, al margen de eso, conviene insistir también en ese otro asunto que se pierde casi siempre, que va de suyo, que nadie mienta porque es como mentar la soga en casa del ahorcado: la gente habla de oídas, sin leeer, sin estudiar, sin enterarse, sin tomar en cuenta más argumentos que los que cazan al vuelo en algún post de facebook o en alguna ponencia de LASA. Es absurdo, a estas alturas, decir que hay una gente, “la gente de Moreiras,” que piensa el giro lingüístico contra la identidad, y que eso está realmente muy mal, muy cerca del mal—¿mal vulgar, mal radical, mal diabólico? Qué aburrimiento. La infrapolítica no tiene absolutamente nada que ver con nada de eso. Por más que, efectivamente, la infrapolítica esté muy lejos de ser o de querer ser un pensamiento de la identidad. No tiene ni ganas de ello.
querido amigo, por casualidad pensaba en ti mientras leía el ensayo de Pierre Bourdieu, “The Contemporary Relevance of Karl Kraus, A Textbook of Struggle Against Symbolic Domination”, no puedo elaborar en estos instantes las disyuntivas y conjuntivas que la lectura aquella ahora experimenta, luego de haber leído esta nota tuya. Por supuesto, no soy gente de Moreiras, en el sentido al que aludes, siéndolo al instante mismo de asaltar determinados infiernos archi reales en el dominio y asedio de nuestras vidas. Digo nuestras por creer en los necesarios vínculos que aún nos atan….
salud,
Eduardo
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