http://www.eldiario.es/murcia/murcia_y_aparte/patada-tablero_6_516958335.html
David, muy interesante. Para mí el hecho de que, como tú dices, “la izquierda” ya no sea en la situación presente un referente determinante, y que la transversalidad es lo único que asegura capacidad de invención, es incompatible con la referencia exclusiva o dominante a Gramsci y a la teoría de la hegemonía. Lo que está en juego en el país es la invención de una alternativa posthegemónica, pero nadie parece querer darle ese nombre: y eso es una limitación de la invención. Y el problema: mientras la justificación ideológica de lo que está pasando se acoja todavía al término gramsciano, e incluso se radicalice en la invocación a lo plebeyo, lo subalterno, o “los de abajo,” como tú dices en tu artículo, la indecisión seguirá, y serán posibles movimientos reactivos.
La alternativa a la noción gramsciana de bloques históricos es la noción de fuerzas populares. Es lógico que esta última sea la invocación necesaria, puesto que lo popular se enfrenta a la casta, a los expropriadores, etc. Y de ahí a la noción de populismo como frente común hay sólo un pequeño paso. Por eso es necesario aceptar la construcción populista como elemento movilizador. Lo fundamental–esto está claro en el libro de José Luis Villacañas (que está comentado más abajo en este blog), y nosotros llevamos tiempo discutiéndolo–es lo que pasa después del “asalto a los cielos.” ¿Cómo se instala uno en el cielo? Posthegemónicamente, o el cielo se nos va al infierno. Ha pasado ya. Mira Venezuela. No es un capricho terminológico: la teoría hegemónica puede cambiar todo sin cambiar realmente nada, simplemente invirtiendo el signo del poder. Por ejemplo, los mecanismos de expropiación y dominación biopolítica podrían seguir perfectamente en su sitio, con modificaciones sólo de agentes y pacientes, bajo un gobierno Podemos-IU sólo o mayormente ocupado en la consolidación hegemónica.
La posthegemonía trae consigo implicaciones cuya discusión es necesaria y crucial para cualquier posible invención democrática real en nuestra época. La idea propuesta es que la hegemonía funciona como lógica formal de la política en el sentido de que permite o garantiza el acceso al poder, pero que la hegemonía no puede ser el contenido mismo de la política. Esta es la crítica que yo le hacía al libro Fuerzas de flaqueza de Germán Cano (también hallable más abajo en el blog), pero a través de él a toda la ideología hegemonista, esto es, gramsciana, de Podemos. Pensada así, la construcción de hegemonía es movilizadora, permite el “asalto a los cielos,” pero impone la consideración fundamental de qué pasa una vez ese asalto se ha consumado. El libro de José Luis dice con toda contundencia que el populismo no sólo no está preparado sino que su mismo ser consiste en la despreparación activa, la denegación misma de ese problema, y por eso el populismo es “política para idiotas.” La posthegemonía propone pensar ese “día después” desde posiciones, efectivamente, republicanas, “multitudinarias” en cierto sentido (pero no en el sentido de Negri-Hardt, a mi juicio), demóticas, antiverticalistas, antiidentitarias (por eso a mí lo de “plebeyización,” que es una construcción de identidad, no me gusta), en última instancia democráticas.
Mi diferencia con José Luis sería entonces que no es una cuestión Weber vs. Gramsci, aunque ambos importen decisivamente en cuanto los dos proponen teorías de legitimación política que pueden verse como suplementarias mutuamente. Lo que está en juego es más bien la liberación infrapolítica respecto de lo político como el sustento mismo de la aspiración democrática en la época de la subsunción real de la sociedad al trabajo. Y esto requiere invención más que atención a lo antiguo, me parece.
2 thoughts on “Comentario a “Una patada al tablero,” de David Soto Carrasco. Por Alberto Moreiras.”