De momento, y hablando de situaciones etéreas, IDC es como lo que dice Juan Benet de Región durante la Guerra Civil: “Atrás, cada día más atrás, había quedado la bolsa de Región, como un bastión godo. No tenía ninguna importancia estratégica, no tenía muchos recursos, no tenía–en fin–razón de ser. Pero allí estaba, y no tanto como la espina clavada en la espalda del rebelde cuanto como un resto del naufragio republicano flotando en la superficie de unas aguas tranquilas, poco menos que indiferentes a su deriva. Tal vez eso era–para los hombres de Región empeñados en la lucha–lo más . . . : el escaso interés que el Mando enemigo había demostrado por sofocar aquel núcleo de resistencia que, a lo sumo, aunque diera algún signo de animación nunca lograría alcanzar la categoría de amenaza a su retaguardia.” Claro que también debe persistir lo siguiente como verdadero, y persistirá al menos por mi parte: “A mayor abundamiento, de Región no se recibían en los organismos centrales–ni se habían recibido nunca–, como hubiera sido lo normal, angustiosas peticiones de ayuda. Se diría que–cualquiera sabía por qué extraño favor–allí eran capaces de prolongar su resistencia sin pedir nada a nadie; que con las armas y municiones conseguidas en Asturias al comienzo de la revolución y los esporádicos refuerzos enviados en el primer y segundo año de guerra, con el suculento botín capturado a Brémond en Burgo Mediano y algunos otros pillajes, se bastaban para seguir adelante con una empresa que en cualquier otro punto del país se demostraba cada día más difícil y costosa” (Herrumbrosas lanzas, 39 y 41).