Me gustaría proponer una conversación a propósito de las siguientes frases en el reciente libro de José Luis Villacañas, El neoliberalismo como teología política (Madrid, 2020). Las frases vienen hacia el final de un libro por otra parte tan interesante como siempre son los de José Luis. Su análisis en todo él me parece certero y adecuado en cuanto al diagnóstico del presente y en cuanto a la determinación del neoliberalismo como ideología totalizadora como imagen del mundo y por lo tanto teológico-política. Me parece particularmente afortunada la determinación de la modalidad ontológica del presente bajo la tonalidad del terror, que convierte todas nuestras vidas en vidas precarias cuya única compensación es el plus de goce autocapitalizante. Pero hay también esta determinación, con la que me parece difícil establecer acuerdo:
“Ahora pagamos las décadas en que usamos los estudios de humanidades y ciencias sociales para destruir las herramientas teóricas que podían someter el capitalismo a una modalidad de la vida humana, no considerarlo su naturaleza. Cuando estas herramientas están anuladas, el neoliberalismo no tiene sino que darle la puntilla final y dejar a todos los singulares frente a frente a una realidad para la que ya no se tienen conceptos ni herramientas de producción de distancias. Fuera cual fuera la aspiración singular de los pensadores que se embarcaron en este programa, apenas cabe duda de que deslegitimaron todas las estructuras culturales con las que poder salir al encuentro del absolutismo de la realidad que nos presiona a permanecer en un mundo de la vida capitalista, en el que sin embargo no podemos sentirnos protegidos. Estar en un sitio del que no se puede salir y en el que sientes miedo es la condición del terror.” (Estoy leyéndolo en kindle, y por lo tanto no tengo página. Está una vez se ha leído el 68% del libro.)
Estas afirmaciones condenan toda la reflexión teórica de los últimos años, de estudios culturales a la deconstrucción a ciertos segmentos del pensamiento italiano reciente, etcétera, a aparecer no más que como instrumentos virtuales del neoliberalismo. Y así, en última instancia, cómplices del terror. Me parece que es mucho decir, y que algo se escapa en tal determinación. Esa es la discusión que propongo, con curiosidad y cariño.
No creo necesitar justificar la necesidad de mi propuesta. Podemos elegir dejar pasar una afirmación como esa como puramente idiosincrática, pero en realidad hace sistema en el libro, desde sus primeras páginas, y desde mi perspectiva es una afirmación que puede también hacer daño, al eliminar tendencialmente la necesidad de leer a tantos autores cuyo esfuerzo por determinar la ontología del presente desde su propio trabajo nos ha sostenido mucho tiempo. Conviene, entonces, al menos, y siempre a mi juicio, clarificarla en conversación.
Creo que fue en la presentación de Infrapolítica: Instrucciones de Uso que Willy Thayer dijo algo que me llamó la atención, algo así como que no hay que subestimar la dificultad de una conversación. Yo no he leído el libro de Villacañas y no sé cuándo tendré tiempo de hacerlo, así que supongo que no debería opinar. Pero me llama la atención el título de esta entrada. Tal vez un modo de honrar la dificultad de una conversación sea simplemente haciendo preguntas: ¿Está el autor condenando toda la reflexión teórica de los últimos años, o podría estar más bien entonando una especie de mea culpa respecto a un modo específico, quizá un modo universitario-liberal, de relacionarse con la reflexión teórica, un modo que se ha revelado como obsoleto políticamente en el sentido de haberse vuelto parte de la maquinaria del terror neoliberal? ¿A qué/quién en concreto se refiere el “nosotros” al que se atribuye la supuesta destrucción de herramientas y conceptos críticos y la deslegitimación de estructuras culturales que supuestamente ayudarían a resistir ese terror? Finalmente, suponiendo que no sea la reflexión teórica de los últimos años lo que se está condenando en último término, sino un cierto modo de relacionarse con ella y a través de ella, ¿qué diferencia hace, y para quién, el uso universitario de la reflexión teórica, en una universidad que parece haberse vuelto indistinguible de una corporación? He notado que conversar de esto es difícil pero quizá sea indispensable para sostener el impulso y, como dices a menudo, Alberto, la productividad de la reflexión teórica.
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En dos lugares aparece en el libro la noción de que algo así como retomar la universidad es esencial, pero, en el contexto de esa cita, uno podría pensar que se trata de retomarla contra esos teóricos cómplices del terror neoliberal! Esperemos la respuesta de José Luis.
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Pues a lo mejor el problema es la fantasía de retomar la universidad. Nada más universitario que la purga de los teóricos cómplices de esto o aquello.
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