Recent egregious instances of unprofessional behavior that must remain unexplicit for the sake of third parties motivate this open letter. The signatories wish to reject exclusionary practices—happening with increasing frequency–against scholars interested in the theoretical field of infrapolitics, many of them affiliated to departments of Spanish and Latin American Studies in US universities. Ranging from denying researchers the right to share their work with interested colleagues (blocking invitations, blocking participation in professional conferences), through passive and active censorship of research agendas, to active discrimination in the job market, these practices are most often exerted upon graduate students and junior faculty–the most vulnerable members in our profession. Those of us who are old enough to remember previous moments in the life of the field, for instance, early days of deconstruction, or subaltern studies, or feminism, or queer studies, are also experienced enough to know that the damage that this kind of attitude does to intellectual practice in general is insidious. Freedom of expression is threatened at its core by the setting of limits of discourse one must not transgress. The consequence of such behavior is far from only affecting specifically marked scholars every now and then. More importantly, it has internal institutional effects as it produces and performs ideological subordination that should be abhorrent to common university folk in the name of plain decency and the dignity of thought. And, not least, it hurts careers, or keeps them from taking off without compliance. To be sure, no one is obliged to invite anyone at all to engage in a conversation, but there is a line that should not be crossed, and that is the line of the explicit ban of trends of thought from certain institutional spaces because they are deemed dangerous to a professional discourse that must apparently be policed by privileged self-appointed guardians. We are calling for basic respect for diversity and freedom of thought, and we are denouncing the sinister effects of intellectual repression. In the middle of a political transition whose bearing upon university life is to be feared, at a time in which lists of inconvenient professors are being prepared by the radical right, those of us signing this letter wish to express our rejection of craven institutional censorship based on what to us is only hatred of experimentation and innovation in thought. We welcome disagreement and critical engagement, not the imposition of ideological compliance. By their very nature, these events tend to happen in relative secrecy and impunity, and publicly explicit resistance to the undermining of freedom of expression in our general field of Spanish and Latin American Studies is perhaps rare. We fear this letter will not be enough, but we are prepared to continue in our efforts.
Ciertos casos recientes de conducta profesional señaladamente impropia, que quedan sin explicitarse para proteger a terceras personas, motivan la escritura de esta carta abierta. Los firmantes deseamos denunciar prácticas excluyentes—que suceden con frecuencia creciente—contra estudiosos interesados en el campo teórico de la infrapolítica, muchos de ellos afiliados a departamentos de estudios hispánicos y latinoamericanos en universidades norteamericanas. Estas prácticas, que van desde negar a investigadores el derecho a compartir su trabajo con colegas interesados (bloqueando invitaciones, bloqueando participación en conferencias profesionales), a la censura tanto pasiva como activa de programas de investigación, hasta la discriminación activa en el mercado profesional, se ejercen particularmente sobre estudiantes graduados y el profesorado joven—los grupos más vulnerables de la profesión. Algunos de los mayores entre nosotros, que recordamos momentos anteriores en la vida del campo, por ejemplo, los días tempranos de la deconstrucción o de los estudios subalternos, del feminismo o de los estudios queer, tenemos también suficiente experiencia para saber que el daño que este tipo de actitud causa en la práctica intelectual en general es insidioso. La libertad de expresión se ve amenazada en su mismo seno al establecerse límites del discurso que uno jamás debe transgredir. Las consecuencias de tal asecho no sólo afectan de vez en cuando a investigadores específicamente marcados. Aún peor, tal conducta tiene efectos institucionales internos, pues produce y desempeña una subordinación ideológica que la gente normal de la universidad debería aborrecer en nombre de la decencia y de la dignidad del pensamiento. Y además daña carreras profesionales, o impide que puedan siquiera empezar si no se doblan. Por supuesto que nadie está obligado a invitar a nadie, ni a debatir o conversar con nadie, pero existe una línea que no se debe cruzar, y es la línea de la prohibición explícita del acceso a ciertos espacios institucionales de tendencias de pensamiento que se consideran peligrosas para un discurso profesional que aparentemente debe ser vigilado por guardianes autodesignados en situación de decidir. Exigimos respeto básico por la libertad y diversidad de pensamiento y denunciamos los efectos siniestros de la represión intelectual. Justo en un momento de transición política cuyas consecuencias sobre la vida universitaria pueden ser temibles, cuando empieza a haber listas de profesores indeseables preparadas por la extrema derecha, nosotros los firmantes queremos expresar nuestro rechazo a la cobarde censura institucional basada en lo que nos parece odio por la innovación y experimentación en el pensamiento. Por supuesto que invitamos la disputa y el debate crítico, pero no la imposición de obediencia ideológica. Por su naturaleza misma, este tipo de situaciones tienden a suceder en el relativo secreto y en la impunidad, y la resistencia pública y explícita al quiebre de la libertad de expresión en nuestro campo de estudios hispánicos y latinoamericanos tiende a ser escasa. Tememos que esta carta no sea suficiente, pero estamos preparados para continuar nuestros esfuerzos.
Signed by/Firmado por:
Angel Octavio Alvarez Solis, Jorge Alvarez Yágüez, Peter Baker, Matías Bascuñán, Jon Beasley-Murray, Belén Castañón Moreschi, Maddalena Cerrato, Pablo Domínguez Galbraith, Marco Dorfsman, Patrick Dove, Guillermo García Ureña, Humberto Jose Gonzalez Nuñez, John Kraniauskas, Gaëlle Le Calvez, Juan Leal, Brett S. Levinson, Arturo Leyte, Benjamín Mayer Foulkes, Ronald Mendoza-de Jesús, Alberto Moreiras, Camila Moreiras, Cristina Moreiras, Gerardo Muñoz, Sara Nadal-Melsió, Carolina A. Navarrete González, César Pérez, Juan Carlos Quintero-Herencia, Lindsey Reuben, Carlos Rodríguez, Jaime Rodríguez Matos, Michela Russo, Willy Thayer, Djurdja Trajkovic, José Valero, Teresa M. Vilarós-Soler, José Luis Villacañas Berlanga, Sergio Villalobos-Ruminott, Gareth Williams.
Sería bueno que especificasen a qué tipo de injerencias políticas perniciosas se refieren, aunque fuera a mero título informativo, puesto que el público en general (interesado por sus actividades, pero ignorante de su situación cotidiana), ajeno a su círculo íntimo (v. gr.: el de las relaciones entre aquellos que firman la carta), las desconoce. Así estaría en condiciones de evaluar y comprender la pertinencia de la carta misma junto a la gravedad de los hechos aludidos.
Gracias,
César.
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Se entiende la demanda, César, y ha sido objeto de considerable discusión en el grupo. Pero creo que también debe entenderse la decisión tomada de no remitir a casos concretos ni mencionar ningún nombre–por una parte, está la necesidad de no exponer a gente que ha confiado en nosotros, y por otra también nuestro interés en no presentarnos como víctimas individuales de ninguna caza de brujas. En realidad, lo que motiva la escritura de la carta es una especie de salto cualitativo que llegó a nuestro conocimiento: en un momento dado, en un campo profesional que ya había ofrecido ocasionales pero reiteradas muestras de animadversión a este asunto de la infrapolítica (cabe pensar que no saben realmente de qué hablan, por otra parte: la animadversión es sobre todo, entendemos, animadversión a la novedad de pensamiento y a una voluntad teórica que no se pliega a las convenciones habituales), se pasa de censurar a estudiosos específicos por ser quienes son a censurar a estudiosos en virtud de su “pertenencia a un grupo”–algo que no sabemos muy bien ni nosotros mismos qué quiere decir: ¿está mal pertenecer a grupos de facebook, o está mal el intento de pensar en conversación, o está mal pura y simplemente tener un proyecto de pensamiento en común? En cualquier caso, la censura a una persona concreta por su pertenencia a un grupo es efectivamente intolerable e ilegítima, y ahí, nos pareció, se cruzó una línea que no permitía ya ningún silencio resignado por nuestra parte. Eso es todo, y es quizá ya mucho. La carta, esperamos, manda también el mensaje, de ninguna manera al campo profesional en general, sino solo a aquellos dentro de él cuyo respeto por la libertad de expresión es menor que su odio al pensamiento, de que a partir de ahora deben tener más cuidado. Respetamos, naturalmente, sus preferencias y manías, pero queremos que las administren dentro de lo que es académicamente correcto y legítimo, sin extralimitarse. Gracias por tu comentario.
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